No hay invisibilidad posible, no hay anillo de Giges, ni capa élfica para pasar desapercibidos. Estamos a la vista, nos mantenemos en relación. El rincón en el que unos se ocultan, quedará a la vista. Lo que se dice a la espalda, se manifestará.

Hace poco leía algo sobre la conciencia. Que sólo es una parte de nuestra verdad. Pero para llegar a nuestra verdad es casi imposible dejar al margen la conciencia. Mucho más, por otro lado la intención. Intención y conciencia unidas, hoy tan solitarias y tan sufridas de modo individual, serán puestas a la luz. Será, en gran medida, un descanso. Porque es una pesada carga. No es mala noticia, es buena. Porque la luz, cuando ilumina, también da sentido.

En ocasiones me gustaría mostrarme tal y como soy. No ser invisible, sino transparente, ser comprendido y acogido en la totalidad de mí mismo. Igualmente, ser capaz de acoger al otro tal y como es, no según mi imagen, lo que me ha mostrado, sus apariencias o mis descubrimientos. Amar al otro como es, al prójimo como yo desearía que me amasen a mí.

Que conste, dicho sea de paso, que esa luz también provocará dolor. Probablemente muy necesario, purificador. Pero insisto, también será una liberación.

Lucas (12,1-7):

En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea. A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»