Estoy investigando a qué se refiere. El contexto es el siguiente: la crítica, dura y sin ambages, a quienes se quedan con la llave del saber. No es la sabiduría, propiamente. Porque ésta es Dios. Sino la llave, lo que abre, lo que adentra -si seguimos con la metáfora- en Dios. Estos hombres son juzgados porque son impedimento de la proximidad de la persona a Dios, obstáculo para el acercamiento; pero impedimento y obstáculo casi definitivo.

Lo suyo no era sabiduría, sino lo que escondía la sabiduría.

Claro que Dios hace lo que quiere, se aproxima a quien quiere. Lo terrible es no dar acceso a las personas para que, y probablemente este sea el tema, buscando y queriendo encontrar, no encuentren nada firme en lo que apoyarse. Estos «que se guardan la llave» serán entonces los que despistan, los que siembran dudas, los que atrapan a los demás en sí mismos esclavizándolos en su finitud sin dejarles ir más lejos, más allá, y ver y descubrir por sí mismos.

En el mundo judío, por el que siento pasión y admiración, Dios vivía en el Templo y dentro de Él en lo más santo de lo santo, en el Kodesh haKodashim. Encerrado, como si no pudiera salir, e impidiendo que cualquier persona, salvo una al año, entrase en el lugar para adorar.

Frente a esto, Jesús se pasea por el mundo, Dios recorre las calles de la ciudad. No sólo no repele lo impuro y lo aleja de sí, sino que ama a toda persona esclava del mal y busca en ella el bien para su salvación. Incomprensible, claro, para quien ha hecho de Dios lo más alejado de lo alejado, lo más distante de lo distante. Incapaz de entender que, por mucha distancia a la que yo esté de Dios, Dios siempre será excesivamente cercano a mí.

Lucas (11,47-54):

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán»; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.